¿José Carlos Mariátegui es vigente hoy?
14 de Junio, un aniversario más del natalicio de José Carlos Mariátegui La Chira, el peruano que “nauseado de política criolla” se decidió con fuerza y pasión de combatiente revolucionario a forjar un proyecto socialista, convencido que sus principios y propuestas eran coherentes con una realidad maciza y con un ideal de transformación anhelada por millones de peruanos para quienes la emancipación del yugo hispano y la puesta en marcha de una República de etiqueta no les significó cambio ni mejora alguna.
Para iniciar su labor, José Carlos Mariátegui, partió de consideraciones muy puntuales:
Los sectores criollos burgueses no estaban capacitados para forjar un proyecto nacional, se requería, con urgencia, levantar una propuesta para resolver el problema de la tierra, concentrada en las manos de los terratenientes.
El Estado centralista era un instrumento del gamonalismo y de los sectores criollos, que le servían como herramienta de dominación o como botín para beneficiarse. El Estado republicano excluyó a las masas rurales y población nativa.
El indio, considerado en la mentalidad feudal y criolla como una criatura inferior fue privado de todo derecho y de toda posibilidad de beneficio cívico y ciudadano.
La democracia en un régimen de servidumbre era simplemente una caricatura. La libertad se concebía como la facultad para transar negocios que beneficiaron a los acaparadores del guano y del salitre, de los minerales, de los varones del algodón y del azúcar.
El pueblo estuvo al margen de los beneficios de ese intercambio, aunque era el músculo y la fuerza de trabajo al que se le imponían formas de explotación que lindaban en el esclavismo.
En el Perú, concluye José Carlos Mariátegui, no hemos tenido clase dirigente, sino clase dominante, por eso mismo no se forjó un proyecto nacional de desarrollo y aún está inconclusa la formación de la nación peruana.
La democracia jamás fue entendida por las clases dominantes como una concepción y una práctica que permite integrar al progreso y al desarrollo a los sectores populares y poblaciones nativas, y desarrollar políticas y acciones de descentralización y de integración del país.
Mariátegui dedujo que para revertir ese estado de cosas requería de una nueva clase social, que, actuando como clase dirigente, fuera capaz de emprender y culminar las tareas históricas que la burguesía criolla no había sido capaz de iniciar.
El reto tenía que ser asumido por la clase obrera, en tanto se formara ideológica y políticamente, así adquiriría una concepción científica y doctrinaria (el marxismo–leninismo) y adquiriría también un método de investigación (el materialismo dialéctico)
La ideología se convertiría en fuerza material, en voluntad y convicción para transformar la sociedad peruana. Pero, todo ello sería vano esfuerzo si es que se carecía de organización.
A su retorno de Europa, en 1924, se dedica con todas sus fuerzas, con pasión y con un desprendimiento de verdadero apóstol a estudiar integralmente los problemas del país, a difundir el pensamiento socialista entre los intelectuales, los trabajadores y las masas, a formar los cuadros y activistas de la nueva alternativa que esperanzaba a la humanidad del país, del continente y del mundo.
Mariátegui asume sus tareas heroicas y va formando equipo. Con la revista “Amauta” influye y establece comunicación con los intelectuales. Los aprecia en su capacidad como creadores y no exclusivamente como propagandistas de ideología. Su valoración del rol de los intelectuales y de los artistas es el ejemplo de un líder que sabía no sólo respetar sino valorar el trabajo de los poetas y artistas, quienes a través de sus obras contribuyen a despertar la sensibilidad y la emoción de los seres humanos. Después de él, este vínculo inapreciado se rompió como consecuencia de prácticas dogmáticas y doctrinaristas.
Con los trabajadores establece diálogos y se hace docente, para contar con espacios de reflexión asume una cátedra en la Universidad Popular Manuel González Prada, sobre la Historia de la Crisis Mundial, y explica las grandes corrientes doctrinarias y políticas que se daban en el mundo. Señala que sólo a los trabajadores conscientes y de vanguardia les interesa conocer con el rigor de la ciencia lo que ocurre en el escenario internacional y por eso es un deber conocerlo.
Paralelamente, hace sus investigaciones que serán el descubrimiento verdadero del Perú. Lo que hicieron los colonialistas venidos de España, no fue ningún descubrimiento, sino una verdadera agresión, que casi extermina a la población nativa y que a la larga configuró la existencia de dos países: el Perú criollo y el Perú indígena. A ello, el historiador Jorge Basadre llama Perú formal y Perú real.
Mariátegui es un líder de mentalidad amplia y de visión estratégica, no se extraviaba en los vericuetos de la coyuntura.
Le dio base doctrinaria, normas y organización a los gremios, se abocó a su centralización bajo las normas del principio de clase, que no es en absoluto el culto al partidismo dentro del gremio.
Señaló que en el frente único (el gremio es un frente único) cada quien tiene un lugar, un espacio, cada quien conserva su filiación y su fe. En el pensamiento de Mariátegui nunca existió algo que se pareciera al partidismo gremialista que burocratiza y divide; tampoco fue partidario del sindicato que se resiste a desarrollar educación política. Esa fue una de sus más persistentes críticas al anarquismo. Advirtió que un proletariado sin más ideal que la reducción de las horas de trabajo y el aumento de los centavos del salario, jamás será capaz de una empresa histórica.
Su labor cimera fue la construcción del Partido, lo concibió como el núcleo dirigente de los comunistas capaz de organizar y movilizar a las masas y levantarlas a la acción.
Es verdad que le llamó Partido Socialista, pero su principios ideológicos, sus postulados programáticos y su praxis lo identifican como un partido marxista leninista, que, como ahora, espantan a los sectores oscurantistas y que, por eso mismo, lo satanizan.
Mariátegui señaló que entre capitalismo o socialismo no proponía una tercera vía. “Somos antiimperialistas porque somos socialistas”, señaló, y deslindó y estableció sus diferencias con el partido de Haya de La Torre, que empezó siendo un frente amplio y terminó siendo un partido ambiguo y amalgamado y que a lo largo de su historia, más allá de su discurso y la teatralidad de sus caudillos, siempre estuvo al lado “izquierdo” de la derecha, compartiendo privilegios.
Mariátegui fue uno de los pocos marxistas de su tiempo y el primero en Latinoamérica que le dio el valor que tienen los movimientos de las nacionalidades nativas marginadas social, económica, étnica y culturalmente.
Asimismo, señaló los lineamientos programáticos del Partido y advirtió que el advenimiento del socialismo pasaba necesariamente por una etapa intermedia, donde se deben asumir y resolver las tareas que la burguesía fue incapaz siquiera de abordar.
En plena ofensiva de la globalización del capital y del modelo neoliberal, Mariátegui está más vigente que nunca. Lo está no sólo en términos doctrinarios, sino en su actitud, en su convicción, en su concepción, en sus principios, en su estilo de vida, en su enorme afecto y respeto por las masas, de quienes aprendió vinculándose con ellas cotidianamente. Esto es algo que la izquierda de estos tiempos no ha hecho.
Mariátegui señaló que el país urgía de una revolución que no sería calco ni copia, sino creación heroica. Hoy, las masas del Perú y de América Latina avanzan convencidas que sí es posible darle porvenir a esa creación heroica, que sí es posible enfrentar y derrotar la ofensiva, el hambre, la depredación del medio ambiente y los crímenes del capital.
En esa lucha, Mariátegui adquiere una vigencia extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario